lunes, 27 de abril de 2009

Los colores de la vida

Muy buenas a tod@s!!!! Hoy le toca el turno a un nuevo colaborador de El Camino Perdido: Xejo. Esperamos que siga participando con nosotros durante mucho tiempo. Recordaros que si queréis compartir con nosotros alguna historia, poema, texto en general; sólo tenéis que enviarlo a elcaminoperdido@hotmail.com y os lo publicaremos con vuestro nombre o pseudónimo. Saludos, y disfrutad del texto.


Miras al cielo, entonces te das cuenta. El Sol ha vuelto a salir, algo se revuelve en tu interior y de repente, se te dibuja una sonrisa.

Sales a la calle y a medida que caminas te vas fijando, cada color es más vivo que nunca y más que el anterior, miles de colores se revelan ante ti, muere el negro, muere el gris; es entonces cuando te preguntas por qué antes no era así, piensas, das con la respuesta, y no es el hecho de que haya salido el Sol, es que simplemente ya no caminas solo, alguien a tu lado también está viendo esos colores, acariciando esa dulce sensación que os embriaga, que os hace alcanzar la locura. Miras alrededor, el resto del mundo sigue preso del negro y del gris..., pero tú no, y tú tampoco.

El mundo es un lugar triste, negro y gris; vosotros habéis abierto los ojos, habéis descubierto los colores... en definitiva, habéis mordido la manzana.

Xejo.

miércoles, 22 de abril de 2009

Amor a 5 sentidos. Tacto

Y al final...


Caricias suaves, ligeras palomas blancas; aterciopelados juegos vedados a todo aquel que no esté entre tu y yo. Caricias dóciles, obedientes deseos a flor de piel; tiernos secretos privados compartidos en cada estímulo corporal.


Caricias ardientes, emanaciones apasionadas de sentimiento; quemaduras dulces que dejan cicatrices sobre cada latido. Caricias consumidas, devoradas con insana pasión; alimento eterno de este hombre entregado al fuego, que de tus labios, de tus manos, renace



Path




domingo, 19 de abril de 2009

Amor a 5 sentidos. Olfato

Hola de nuevo! En este día de Domingo, volvemos con el cuarto sentido. Dejamos el tacto para el final, solo para que Eva (autora de un blog: Madreselva Rebelde (en la columna de Otros Caminos Perdidos podéis enlazarlo), que recomendamos no os perdáis siga esperando ;) Saludos!

Aromas dulces, fragancias desbordadas desde el principio; percepciones florales hacia el final. Aromas melosos, innatas sensaciones evocadoras; delicados pétalos que cubren las heridas de mi dolor.

Aromas salvajes, primitivos estímulos cargados de ternura; esencias primarias que nacen de lo más profundo del corazón. Aromas impulsivos, súbitos alardes ambiciosos; imprevistos olores que golpean mi pecho invadiendo cada milímetro de mi cuerpo.


Una vez más...

Path

jueves, 16 de abril de 2009

Amor a 5 sentidos. Vista

Hola a tod@s de nuevo!!!! Después de más de una semana en silencio, retomamos la emisión con el tercer sentido. Esperamos, como siempre, que os guste; y sino es así, que lo expreseis también. Saludos y hasta pronto.

Imágenes cautivas, apresadas por mi retina; enterradas bajo capas de sensaciones filtradas a través de las pupilas. Imágenes perseguidas, acosadas por el deseo; acorraladas por un egoísta sentimiento de posesión.

Imágenes etéreas, intangibles retazos de irrealidad; llenan mi mundo a modo de película con final feliz. Imágenes fugaces, breves latigazos ardientes de sensualidad; representaciones volátiles de una mente eróticamente enferma.



A mi novia que es todo, y mucho más.

Path

martes, 7 de abril de 2009

Amor a 5 sentidos.Oído

Buenas noches!! Segundo sentido de Path. Que lo paséis bien en estas vacaciones (los que las tengan); y deciros que volveremos, probablemente la semana que viene. Saludos!!!


Susurros taimados, sutiles encantadores de serpientes descamadas; fábulas morbosas, con una moraleja lasciva hecha a base de falacias rendidas al éxtasis. Susurros brujos, hechizadores de pobres diablos, de almas en pena, que como yo, vagan perdidos en busca de amor.

Susurros malditos, perversos conspiradores en lo oscuro; retorcidos tiranos que consiguen todo lo que quieren. Susurros ambiguos, turbios halagos y claros engaños; confusos secretos compartidos entre tú y algo que creo ser yo, convertido en ti.


Path

domingo, 5 de abril de 2009

Amor a 5 sentidos.Gusto

Muy buenas a tod@s!!! Volvemos a la carga con un nuevo texto, que nos trae Path. Es el primero de una serie de 5. Publicaremos uno cada día, durante esta semana. Esperamos que os guste esta idea, y que leas los 5. Que lo disfrutéis!!!


Besos esclavos, prisioneros sumisos de tu boca; embriagados por el sabor prohibido de los frutos dorados de aquel jardín olvidado. Besos robados, atrapados entre la pasión y el paladar; despojados de sentido, quemados en un torbellino cálido que deshoja mi ser.

Besos cansados, lacerados por el ímpetu desbocado; jadeantes por el ansia de probar, una vez más, el indómito morir de tus labios. Besos moribundos, taciturnos en la espera; agonizantes anhelos por no perder, jamás, la magia.

A mi novia, que me aguanta y me soporta en cada una de mis locuras.

Path

lunes, 30 de marzo de 2009

Se ama en silencio y a escondidas

Hola a tod@s, comenzamos una semana más, desde El Camino perdido,con un nuevo texto. En esta ocasión, Zhr, nos trae un pequeño relato sobre una historia que, quizá, muchos han vivido, otros, se sientan identificados. Disfrutadlo.

Sentí un aliento frío en mi oído izquierdo. Nunca imaginé que a mi lado estuviese él. Abrí los ojos tan despacio que me pareció una eternidad. Notaba que alguien se movía en la cama, lentamente. Cuando por fin conseguí encontrar mi mirada, tan perdida durante tantas horas, y darme cuenta de que estaba en mi cama, como la anterior noche, me giré con el miedo de saber que él, podía estar ahí, a mi lado, acariciándome, besándome y haciéndome sentir más placer del que nunca pude imaginar.

Sí, sentía que su corazón me acariciaba a mil revoluciones por minuto y yo no podía hacer nada. Me hubiese gustado separarme unos centímetros y poder suplicarle que se fuese de mi cama, que no volviese, que no quería volver a verlo,…que hoy, no podía ser suya.

Claro, sé que no entienden nada, perdón.

No sé qué día era, en qué hora vivía ni dónde me encontraba. Sólo recuerdo que ella, su antigua pareja, la peor mujer con la que se había acostado varias noches seguidas se acercó a mí. No podía creer que después de tanto tiempo aún se acordase de quién era yo. No podía imaginar cómo, una mujer con tal semblante y nítida pureza aparente, llegaba a ser tan vagamente inmaculada. No me miró a la cara, no se atrevió. Mantuvimos una conversación bastante corta y torpe aunque muy intensa. Nunca jamás revelaré lo que ella se conformó con decirme. Quizás por vergüenza, miedo, represión o simplemente, por contención.

Por esto y por momentos que quizás nunca recuperaré, he de decir que no quería que este hombre continuase en mi vida, dentro de mí, en mi cama. Me precipito. Sí quería, no podía. Querer no siempre es poder.

“…que hoy, no podía ser suya.” Volviendo a momentos como los de aquella mañana de invierno en la que sólo apetecía quedarse acurrucado debajo de una manta, un zumo de naranja para cortar la sed y un beso en la mejilla que te dejase sin aliento, he de decir que, ojalá esa mañana nunca hubiese terminado.

Nunca le pude decir que le quería con todo el amor que se puede querer a una madre y con toda la pasión acumulada a lo largo de tantos y tantos hombres.
Ese fue mi error. Podía haberle hecho la vida más clara y fácil. Podía haber sentido que él me amaba aunque estuviésemos tan lejos el uno del otro que no nos llegásemos a sentir. Podría haberme alimentado de su amor toda mi vida y aún me sobraría. Sé que él me hubiese dado todo lo que yo necesitaba. Yo podía darle lo que tenía y a él le hubiese bastado con tenerme. Me amaba con el mejor corazón que nunca existió y me observaba con la mejor mirada que nunca conocí.

Él soñaba y moría una y otra vez en su mundo y yo, en el de los dos.


Zhr

sábado, 28 de marzo de 2009

Al naufragar...

Muy buenas. Hoy Path vuelve con un texto, que es, en parte, autobiográfico. Pretende ser optimista, a pesar de lo crudo que parece. Disfrutadlo, y ¡buen fin de semana!

Cuando no te queda nada, ¿qué te queda?. Cuando ya no sientes nada, ¿qué se siente?. Cuando nadas en un mar desolado, en un desierto corrompido por años de lágrimas negras, ¿a qué te agarras?. Si al intentar esbozar una sonrisa, lo máximo que consigues es la mueca cansada de un triste bufón que nunca hizo gracia, ¿cómo sonríes?.

No os esforcéis en contestar, sé bien que no es fácil hallar las respuestas. Así que os contaré mi historia.

En un tiempo no tan lejano..

Hubo oscuridad y desolación. Hubo malestar y dolor. Los días eran meses, y las noches... frías y tristes. El camino de baldosas amarillas estaba cubierto por las sombras de las ramas raquíticas de unos árboles encorvados por el peso de la angustia. Hubo temor y desamparo. Hubo desánimo y abandono. Mis alegrías eran breves, y mis gozos...escasos.

Parecía dormido al estar despierto; me despertaba al quedarme dormido; y nunca era capaz de reconocer qué pertenecía al mundo real y qué a mis pesadillas. Sentía el alma violada por un miedo desfigurado, que asomaba por debajo de mis párpados, cada vez que cerraba los ojos. Manos frías, como témpanos helados, me acariciaban las yemas de los dedos de los pies, provocando un estímulo eléctrico, cargado de frustración y rencor, que serpenteaba por mi columna hasta llegar al centro del dolor.

Peores sensaciones vivía durante el día. Creía que oía lloros a mi paso, que escuchaba sollozos y lamentos disfrazados de espinas de rosas marchitas, al cruzarme con cualquiera por la calle. No veía luz al final de ese túnel en que se había convertido mi vida. Las llamas violáceas que cubrían mi cuerpo cada vez que intentaba sentir alegría, no quemaban la pie;, quemaban las raíces de los esqueléticos sentimientos que deseaban aflorar dentro de mí. Sobrevivía en un páramo lóbrego y umbrío, infestado de sensaciones hastías, muertas o desarraigadas.

Años perdidos, arrojados a la basura. Tiempo malgastado, dilapidado por heridas que de la vida sufrí. Época perdida, escurrida entre los dedos. Intervalo oscuro, crepúsculo de una juventud nunca bien comprendida. Etapa aislada, solitaria, que me privó de aspiraciones y metas, de sueños y deseos, de las ganas de luchar.

Pero...

Algo entonces cambió, algo surgió de mi interior: fuego fatuo nacido de mis entrañas, que revitalizó las raíces de aquellos esqueléticos sentimientos, que creía muertos hace tiempo. Fue entonces cuando pude responder a mis propias preguntas:

Siempre te quedarás tú, eres el más preciado tesoro que tu vida te puede dar. Siéntete vivo, siéntete feliz, y lo serás. Aférrate al último madero flotante que quede del naufragio; sea éste un hombre, una mujer, un haz de luz en forma de ilusión o una ínfima esperanza. Entonces, podrás sonreír.

Path

viernes, 27 de marzo de 2009

Al Salir el Sol

Hola a tod@s! En esta ocasión os traemos un texto de uno de nuestro nuevos colaboradores: Bufón Errante. Queremos agradecerle su participación; asi como felicitarle y darle las gracias, porque, sinceramente, creemos que tiene ciertas pinceladas geniales. Qué lo disfrutéis!!

A veces el sol sale y hace que se disipe la bruma de la rutina, y me deja recordar quién soy; con qué cosas disfruto realmente y qué es lo que de verdad quiero para mí. También me deja ver que, aunque todavía soy joven, he desperdiciado mi tiempo de una manera que me ahoga.

Hay días, en los que luce más fuerte que nunca, en que puedo incluso verme a mí mismo cuando estaba en la casilla de salida, antes de darme cuenta de que no tenía la menor idea (y sigo sin saber) de cuáles son las reglas, ni de que nadie gana ni pierde nunca. Sólo sabía que quería llegar a la meta. Y en eso sigo, buscando la meta. Es una sensación extraña saber que estoy muy lejos, pero que también sigue ahí, en algún lado, y que por mucho que tarde en cruzarla habrá merecido la pena. Porque mientras ande, no importa hacia dónde, acabaré llegando a alguna parte.

Sin embargo hay una cosa que por mucho que brille el sol nunca alcanzo a ver, y es el camino. Es una pena, porque no puedo ver los baches y evitar tropezar, pero también tiene su gracia, porque no veo las grandes cosas que encontraré según avance. Y es al avanzar como se encuentran los muros, y al saltarlos, tirarlos o rodearlos, eso da igual, es como se sigue avanzando. Lo que no se puede hacer, y para saberlo no necesito que brille el sol, es dar media vuelta porque, exacto, eso es de cobardes que no llegan nunca a ningún lado. No por ser obvio deja de ser cierto.

El problema es que el sol se pone tan rápido como salió, y la niebla vuelve a hacer que todo sea borroso, y que lo que por un momento fue fútil e irrelevante ,ahora de nuevo cobra una importancia vital, y lo que se reveló como fundamental se convierte en el sueño infantil de un ingenuo.


Y así va pasando el tiempo, entre nubes y claros, entre la ilusión y la desazón, mientras el regusto a tiempo perdido se queda en el paladar y no acaba de irse, y el deseo de que la próxima vez que el sol salga no se ponga nunca, no acaba de hacerse realidad.


Bufón Errante

jueves, 26 de marzo de 2009

Capítulo 2. La Cabina (II)

Segunda parte del 2º capítulo de la historia de Path.


Campos se colocó en el centro de la sala, y volvió a levantar la voz.

- Envíen a varios agentes de la policía científica, tanto a la cabina como al edificio. Envíen a más agentes para que contengan el revuelo. Sáquenlos de la cama, quiero a todo el mundo en marcha, ¡ya! – vociferó -.

Hernández seguía, atentamente y en silencio, las evoluciones de la visualización del video. Pero cuando en uno de los monitores, se vio la cabina, al fondo, y en la esquina superior izquierda marcaba la hora exacta de la llamada, sus ojos se abrieron de tal forma, que Campos supo lo que sucedía. A la hora marcada por aquella cámara de seguridad del banco, en la cabina desde donde, supuestamente se había hecho una llamada a aquella hora, no había nadie. El agente que estaba frente al monitor tardó un poco más que Hernández en darse cuenta. Cuando lo hizo, el inspector puso una mano su hombro.

- Ya lo he visto, agente López. Nadie llamó desde esa cabina, al menos a esa hora – dijo Hernández a Campos, que ya se acercaba -.

- Debemos ponernos en marcha, inspector.


La policía científica no habían llegado al lugar. Sólo un coche patrulla llegó antes que los inspectores, y los agentes empezaban a acordonar la zona. Los policías que habían encontrado el cuerpo estaban interrogando a los vecinos. Hernández y Campos miraron durante unos instantes la cabina desde donde el supuesto asesino había realizado la llamada, antes de entrar en el edificio. Las escaleras que subían hacia las plantas superiores eran de madera, los escalones crujían a cada paso. La escasa luz mortecina de las pequeñas lámparas de las paredes, ayudaban a dar un toque siniestro a la escena. Al llegar a la tercera planta, vieron a los agentes interrogando a varias personas. Uno de los agentes les salió al paso. Hernández y Campos enseñaron sus respectivas identificaciones.

- Síganme – les dijo el agente -. Y tengan cuidado de no pisar la sangre – les advirtió -.

Cruzaron la cinta con la que se había precintado el apartamento. Hernández pensó, minutos más tarde, que había sido como cruzar la línea que separa la vida de la muerte. Manchas de sangre, que parecían estar hechas con las manos, se extendían por las paredes del pasillo de entrada; un par de dedos de los pies cerraban el paso; un olor nauseabundo flotaba en el ambiente y una especie de bruma densa dificultaba la visión.

- Vamos hacia la sala, allí se encuentra la mayor parte de... – les dijo el agente. Tragó saliva antes de continuar -, del cuerpo.

La imagen se les grabó a ambos inspectores, tan profundamente, que jamás olvidarían lo que vieron. Campos vomitó sobre una butaca que se encontraba junto a la pared. Como había dicho el agente, la mayor parte del cuerpo estaba allí, el resto estaba desperdigado por toda la casa. No podían tocar ni mover nada, al menos hasta que no llegara la policía científica, así que Hernández escudriñó cada uno de los restos, cuando llegó a la cabeza, se quedó sorprendido al ver que tenía una mueca como si... como si sonriera, pensó. Todo tenía in aire extraño, misterioso. No era la típica escena de un crimen, que Hernández había visto tantas veces. No podía saber qué era lo que no cuadraba, pero algo no era “normal”.

- ¿A quién llama? – preguntó Campos a Hernández cuando se repuso -.

- Creo vamos a necesitar ayuda subinspector.

Hernández sacó su teléfono móvil, buscó en la agenda de contactos un número y pulsó el botón de llamada. Varios tonos después, una mujer descolgó :

- Sí, dígame – dijo la mujer-.

- El inspector Salgado, por favor

- Ahora mismo se le pasó señor...

- Hernández – respondió el inspector -.

- De acuerdo.

Se oyeron varios pasos, un murmullo, y varios segundos después un hombre se puso al aparato.

- Dime Hernández, te escucho – dijo el inspector Salgado -.

Hernández relató brevemente lo sucedido al inspector Salgado, que acababa de tomar las tostadas con sabor a suela de zapatilla de Margarita.



Path

Capítulo 2. La Cabina(I)

Primera parte del 2º capítulo de la historia que está creando Path.


El insomnio le había vencido una vez más. Le volvió a ganar esta batalla; la guerra, hacía tiempo que estaba perdida. Demasiadas eran las preocupaciones, excesivos los engaños ocultados. Ya ni siquiera tomaba la medicación que le había recetado el doctor Márquez. Dormir al lado de Verónica, su mujer, era, para el veterano inspector Hernández, una tarea imposible. El reloj de pared de la sala, que les habían regalado los padres de Verónica con motivo del primer aniversario de boda, dio las cinco. ¿Cuántas veces había deseado destrozar aquel maldito reloj?, ¿cuántas veces lo escuchó dar las horas tendido en la cama?. Muchas. Aquella noche no pudo soportar los ronquidos de su esposa, y se levantó. Se puso la bata y salió de la habitación descalzo, le gustaba la sensación que le producía la moqueta en las plantas de los pies. Aquella sensación era lo único agradable que experimentaba durante las largas noches en vela. Encendió la luz del cuarto de baño y cuando se miró en el espejo no le gustó lo que vio: arrugas, bolsas bajo los ojos, manchas y más arrugas. Al enjuagarse la cara con agua fría, la imagen no mejoró mucho. Puso rumbo a la sala de estar, donde solía pasar las noches haciendo crucigramas. Al llegar a la cocina notó que tenía la boca pastosa, abrió la puerta del frigorífico y bebió un largo trago de zumo de melocotón directamente del cartón, algo que no hubiera hecho durante el día, con Verónica en casa. Pero, durante las noches, la casa era suya, coto privado donde él era el amo. Cuando el estómago protestó por el cambio drástico de temperatura, lo decidió. No quería pasar otras cinco horas perdiendo el tiempo, se sentía con fuerzas, y empezaría su turno mucho antes. Media hora después, tras una ducha rápida, una taza de café acompañado de dos magdalenas y ponerse el traje (que Verónica había planchado para ese día), estaba arrancando el motor de su viejo, pero resistente, volvo V40.

Juan Rivero era, aquella noche, el policía de guardia en el parking de la comisaría. El inspector Hernández sentía un gran afecto hacia Juan. Su hijo había muerto recientemente en un accidente de tráfico, del que el responsable fue el propio Juan. A pesar de todo, no había faltado un día al trabajo desde aquello. Con un “¡qué temprano viene usted hoy!” saludó al inspector. Nadie en la comisaría conocía los problemas de insomnio del inspector Hernández, como tampoco sabían todos los oscuros detalles de su vida. El inspector Hernández era el “abuelo” de la comisaría, todos le tenían en gran estima, le respetaban, e incluso algunos, le veneraban.

Al entrar en la comisaría notó que todo el mundo estaba alterado, los teléfonos sonaban, las fotocopiadoras no cesaban de “escupir” hojas de papel. Hernández no recordaba así los turnos nocturnos. Algo no iba bien.

- ¿Qué está haciendo aquí, inspector?– Hernández no había visto acercarse por su derecha, al subinspector que aquella noche estaba de guardia. Había salido de su despacho, que estaba muy cerca de la entrada -.

- ¿Qué sucede Campos?, ¿qué está pasando aquí?– fue la respuesta de Hernández-.

- No estamos muy seguros – dijo el subinspector Campos. Era un hombre joven, de treinta y dos años, que había ascendido rápidamente, gracias a una gran habilidad innata, que no pasaba desapercibida a nadie, ser el sobrino del comisario -. Alrededor de la medianoche recibimos una llamada telefónica..., pero será mejor que entremos en mi despacho, porque hay mucho que contar.

Hernández asintió, y siguió al subinspector Campos hacia su despacho. Era la primera vez que el inspector Hernández entraba en él, y la primera sensación que le produjo fue: vanidad. Todos los títulos, reseñas, comentarios, etc... obtenidos por (en muchas ocasiones injustamente, pensó Hernández, pero no lo dijo) el subinspector Campos, inundaban las paredes del despacho.

- Como le he dicho, hacia las doce de la noche recibimos una llamada extraña – dijo Campos mientras se sentaban -, a la que al principio no hicimos mucho caso, ya que, supusimos, era una broma. Unos quince minutos después recibimos otra llamada telefónica. Un anciano había escuchado “ruidos raros” en casa de sus vecinos, una sucesión de golpes y, cito textualmente: “un grito ahogado”.

- ¿Cuál era el contenido de la primera llamada? – preguntó Hernández-.

El subinspector Campos abrió un cajón de su escritorio, metió la mano y sacó una grabadora. Pulsó el “play” y el aparato se puso en marcha. La voz que escuchó, hizo que a Hernández se le erizaran los pelos de la nuca y se le pusiera la piel de gallina. “Los he matado... los he matado a todos...”. El sonido no podía identificarse como la voz de un hombre o de una mujer, ni siquiera podía identificarse como el de una persona. Tenía algo... sobrenatural, a la vez que metálico, artificial.

- ¿Han localizado el origen de la primera llamada? – volvió a preguntar Hernández, cambiando de posición en la silla.

- Sí, proviene de una cabina que se encuentra a unos diez metros de la dirección que nos facilitó el anciano – respondió Campos mientras ojeaba sus notas -. Enviamos a un par de coches patrulla para que comprobaran que, efectivamente, no se trataba de una broma – dijo mientras volvía a levantar la mirada -. Al llegar al lugar, los agentes se percataron de que la cabina telefónica estaba situada frente a una sucursal de un banco.

- Pida las imágenes a la compañía que se encarga de las cámaras de seguridad de ese banco.

- Ya lo hemos hecho, estamos a la espera de recibir el video. Los agentes accedieron al edificio y estaban interrogando al anciano antes de entrar... – el subinspector Campos no pudo terminar la frase, porque en ese momento llamaron a la puerta de su despacho -. ¡Adelante!

Una joven, que Hernández reconoció como la agente Salcedo, una de las encargadas de las comunicaciones, abrió la puerta.

- Están preparados para entrar subinspector – dijo la joven -. Sólo esperan órdenes.

- ¿Me acompaña, inspector? – preguntó Campos, y Hernández asintió.

Salieron del despacho, y se dirigieron hacia el panel de comunicaciones en el que trabajaba Salcedo. Al llegar, Campos pulsó el botón de la radio para comunicarse con los agentes.

- Entren – ordenó, mientras dejaba escapar el aire -. Esperemos que todo quede en una jodida broma – dijo Campos al soltar el botón -.

Una vez más, Hernández se limitó a asentir, con la mirada fija en la bombilla que avisaría de que los agentes intentaban comunicarse con la comisaría.

- ¿Sabemos algo del video de la cámara? – preguntó Campos en voz alta, para que todos le escucharan -.

- No, señor – dijo un agente que estaba sentado en el panel situado al lado del de Salcedo. Hernández reconoció por la voz, que era el agente Román -, pero estamos a punto de recibirlo.

Hernández continuaba con la mirada fija. El subinspector Campos se sentía nervioso, pero conseguía que no se le notara. Siempre se sentía así cuando era el responsable máximo de un caso, más aun, si Hernández estaba allí. La bombilla se encendió. La agente Salcedo abrió la comunicación.

- ¡Esto es una carnicería! – gritó el agente, al otro lado de la línea -. ¡Una puta carnicería!

Campos dio un respingo, Hernández, por el contrario, no se inmutó.

- ¿Qué han visto? – preguntó Campos, apretando el botón de la radio -. Repito, ¿qué han visto?

- Un cuerpo mutilado, y mucha, mucha sangre – contestó el agente -. Deben venir a encargarse de esto.

- Acordonen la zona, empiecen a interrogar a todos los vecinos, no dejen entrar a nadie en el edificio – ordenó el subinspector -. Estamos en camino.

- Pues no es ninguna broma – dijo el inspector Hernández-.

Campos le miró, con una mezcla de odio y resignación.

- Hemos recibido las imágenes de las cámaras de seguridad del banco – dijo el agente Román -.

- Busquen el momento de la llamada – ordenó Campos sin dejar de mirar a Hernández -. ¿Tiene algo que añadir, inspector?
No, nada – Hernández le devolvió la mirada -. Siga con el protocolo – dijo, dirigiéndose hacia los ordenadores donde se iban a visualizar las imágenes de las cámaras de seguridad -.



Path

martes, 24 de marzo de 2009

Autorretrato

Buenas a tod@s! Hoy Zhr nos trae un texto, que desde El Camino Peridido, teníamos muchas ganas de publicar. A modo de homenaje a nuestro embajador literario, quizá, más importante: Miguel de Cervantes, nos regala este "Autoretrato". Hoy, más que nunca, que lo disfrutéis!!


Aunque a veces no sepa qué hay en el espejo cuando vuestra merced se mira, sé que el reflejo no es más bonito que la silueta. Multicolor al hablar de razas, y siempre, con ojos de todos los tamaños. Quizás no sepa cómo son en su fondo, pero gracias a que Dios alguna vez me dio un buen consejo, sé saborear las miradas de vuestra merced. Así, de tal manera que, cuando saboreo una mirada que a mí va dirigida, no he de desechar la opción de la tragar sin más, sino todo lo contrario. Doila miles y miles de vueltas hasta que por fin, es adaptada a la papila gustativa que le conviene. La decencia es la papila gustativa que más me ha de gustar.

Y así, como mi madre me trajo al mundo, he de decir que en ella me escondo cuando no sé a dónde mirar, ni cómo deducir a dónde hacerlo debo. Y en cuanto pude respirar por mí sola y razonar sobre la vida maravillosa que me ha de esperar, pude gritar a Jesucristo, desde mi cama, que no he de decir cómo soy, sino que él, ha de ser quien lo haga. Que él, vuestra merced o nadie, deba definir mi silueta, pues quizás, aún no sea yo más que eso, una silueta.
Quizás sepa yo muy bien cómo describir a Don Quijote, digno de admiración y sabiduría, de idealismo y franqueza, pero no sabría cómo empezar, sino este retrato.

Y si he de empezar de alguna manera, que sea por el fin, que sea por el retorno a la vida, a la belleza y, sobre todo, a la más nítida pureza. Quizás, esta misma pureza, no sea la que yo vea, sino la que vuestra merced quiere que vea. La felicidad, rudeza, cabezonería y humanismo no serían parte de mí, sino parte de lo que vuestra merced ve más lejos del mismo espejo aquél. Esto, hace que dude yo misma sobre lo que soy, no soy o lo que ser debiera.

En cierto modo, absurdo es pensar que no soy como soy, sino como vuestra merced me hace, como Dios quiso que fuera o como si mis padres queridos, me hicieron hace ya algún tiempo. Quizás, todos éstos nombrados anteriormente, deban pedirme perdón por haberme creado como soy y no dejarme ser realmente quien quiero ser.

La ignorancia que me rodeó durante tantos años, no es comparable con la sabiduría que ahora, dicen ellos, tengo. Y si por mí fuese, yo no diría que la poseo, sino que me la hacen ver dentro de mí. La sabiduría, como otra cualidad cualquiera, no se posee, simplemente, es. Siempre intento instalarme en burbuja alguna donde entre y salga nada, donde vuestra merced no me mire con cara de esperar algo de mí, y donde todo, sea blanco. Y ahora, que vuestra merced hace recopilatorios sobre colores y sabores, he de definir mi persona como no más que un blanco; un blanco lleno de distintos tonos, lleno de tildes que jamás encuentro y palabras monosílabas que siempre, quieren decir nada. Nunca me definiré como ellos quieren que lo haga; nunca oirán de mi boca una oración llena de palabras en negro.

De mí, he de decir a favor de vuestra merced y en contra de mi religión que, parto de una hoja en blanco y conocimientos que quizás, ellos nunca sabrán que hipoteco a lo largo de la vida, de mi vida, de mi definición como persona en definitiva. Me equivocaría una y otra vez a la hora de arriesgar qué escribir sobre mí, que quizás, ni siquiera el más sabio de todos los sabios, como podría ser el Gran César de la antigua Roma, sabría contarlas sin que él, saliese perdiendo una vez más. Pero si de hacerlo he, no esperaré a que amanezca otro día nuevo, a contarlo no poder o a no ver mi reflejo en un suspiro inmediato.

Quizás, la otra parte de mí escondida, esté ahí, en un suspiro que nunca he de encontrar y donde más encanto vuestra merced, podrá averiguar. Si no encuentra lo que busca, no hurgue más. No me haga sangrar por una herida que vuestra merced pinta cada noche, a la luz de la llena luna; donde yo me he de apaciguar cuando no sé dónde buscar ese blanco en aquel espejo olvidado alguna vez.

Y por si a vuestra merced no le ha parecido una buena descripción de una persona aún pequeña para el mundo, siento decir que, no sé cómo esto ha de terminar, ni inventar ya palabras para convencerles de algo que ni siquiera, yo sé.


Zhr

lunes, 23 de marzo de 2009

Campo de Batalla

Hola a tod@s!!

Qué tal os ha ido el puente? Esperamos que lo hayáis aprovechado bien, aunque ya están aquí las vacaciones de Semana Santa. Hoy Lunes, abrimos el día con un texto de un nuevo colaborador de El Camino Perido, Lex. Nos trae un relato que nos evoca la idea de que la vida es, quizá demasiado a menudo, un campo de batalla. ¡Que lo disfrutéis!


El frío y húmedo barro de la trinchera me helaba los huesos. Agazapados en una postura incómoda, esperábamos la orden del oficial para salir al asalto. La maldita máscara anti-gas me agobiaba, y la suciedad de los cristales le daba a todo un tono inquietante. El irregular pero incesante martilleo de los obuses sonaba en la lejanía, como una tormenta lejana, machacando las posiciones enemigas, “pronto saldremos...”. A mi mente acudieron los recuerdos de la conversación que había tenido con mi hermano hacía un par de semanas:
-“A veces pienso que la vida es una lucha constante – le dije -, y estoy harto de tanta guerra, no quiero seguir participando en esta estúpida guerra, ya tengo suficiente con mi vida.”
-“No digas eso. Yo a veces también me canso de luchar pero, como en la vida, debes levantarte una vez más, para seguir adelante, no puedes empezar algo y luego simplemente abandonar, sin más. Nunca rendirse, nunca abandonar, ¡no!, ¡Jamás!. Si abandonáramos jamás lograríamos nada. Si hubiéramos abandonado, hace tiempo que todo se habría acabado...”
De pronto el estridente sonido del silbato del oficial irrumpió en mis pensamientos, sacándome de mi ensoñación. Era la hora de salir a tierra de nadie, “¡levántate, vamos!, siempre adelante, no puedes simplemente hacerte a un lado”. Salté fuera de la trinchera. El humo lanzado para cubrir nuestro avance, apenas me permitía ver a mis compañeros, que ya corrían hacia delante, “avanza, ya no puedes mirar atrás”. Comencé a acelerar el paso, con mi pesada respiración ensordeciendo lo que fuera de mi cabeza ocurría, como en un sueño. Delante de mí, vi la silueta de uno de los míos. De pronto, un ensordecedor estruendo me arrojó al suelo con una fuerza brutal, arrojando barro y piedras a mi alrededor. Sentía el palpitar de mi corazón en las sienes, “aún sigo vivo”. Aturdido por la explosión y con los oídos doloridos busqué el fusil, no estaba, levanté la vista buscando a aquel pobre muchacho cuya silueta había visto, pero había desaparecido, y en su lugar sólo podía verse un cráter, “¿qué hubiera pasado si...? mejor no pensarlo ”. Me arrastré hasta el hoyo, me incorporé como pude. El chico aún seguía vivo, se movía, a pesar de sus terribles heridas. Aparté la vista. El fusil estaba a su lado, lo recogí y seguí mi camino corriendo torpemente con la imagen de aquel desdichado soldado en la retina “¿qué debería haber hecho...?, ¿qué podría haber hecho...?”. Trastabillé, tropecé, y caí al suelo, “ todas estas preguntas no importan ahora, mientras siga vivo, mientras pueda seguir avanzando...”. Los proyectiles seguían cayendo, machacándolo todo a mi paso “...puesto que una vez que me detenga, todo habrá acabado.” Me incorporé “venga, vamos. Sigue, ¡corre!”. Y comencé a correr lo mas rápido que pude, “corre con todas tus fuerzas”. Vislumbré la siguiente línea de trincheras, abrí fuego, una ametralladora me respondió. Como pude me arrojé al suelo notando el mordisco de una de esas balas trazadoras en la pierna, “vamos, busca soluciones, piensa rápido”. Me hice un vendaje arrancado un jirón de la chaqueta, no parecía grave. Cogí una granada de palo del cinto, la activé, “actúa”, y la arrojé hacia donde, creía recordar, estaba la ametralladora. Sonó el trueno, me incorporé abriendo fuego de nuevo, “ no pares ¡vamos!”. Corrí como nunca lo había hecho, a pesar del dolor lacerante de la pierna, para saltar al interior de la trinchera sin parar de disparar...


Lex

Comentarios

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Saludos

viernes, 20 de marzo de 2009

Marcos

Muy buenas a tod@s!! Queremos empezar dando las gracias a los que os habéis animado a comentar las entradas. Hoy, Path nos trae un nuevo texto. No queremos desvelar nada, así que no diremos de qué trata. De todas formas, el mensaje, una vez leído el texto, queda claro. Que lo disfrutéis tanto como nosotros lo hemos hecho!!!


Marcos quería ser astronauta, Siempre quiso serlo, desde muy pequeño, desde aquel día que pronunció esa palabra: “astonauta”, había dicho, provocando que sus padres lloraran de risa. Marcos soñaba con las estrellas y los planetas, y tenía, colgando sobre su camita, un juguete del Sistema Solar, que tenía luces y giraba. Marcos aprendió a hablar enumerando los planetas del Sistema Solar: “La Tera, Mate, Júpite...”. Marcos empezó el cole, y le gustaban las matemáticas. Con cinco años, Marcos pidió a los Reyes Magos un cohete espacial para poder ir al espacio con sus papás. A los siete, dormía con un pijama blanco, con las mangas rojas, que tenía un montón de Lunas y cohetes amarillos estampados. Cuando cumplió la decena, empezó a ir solo al cole, que tenía muy cerquita de casa. Durante su decimosegundo año de vida, besó por primera vez a una niña, Estela, rubia de ojos azules como Urano. A los quince años suspendió su primer examen, porque había tenido gripe. Al llegar a la mayoría de edad, dio su primera y única calada, “asquerosa”, según él, a un pitillo. Ese mismo año, ingresó en la facultad de Física. Cinco cursos después, terminó la carrera con una nota media de sobresaliente alto. Al siguiente año, volaba hacia Estados Unidos con una beca bajo el brazo para empezar su formación como astronauta. Con cuarenta años, tenía en su currículum dos misiones a la Luna, y un total de 11 meses y 37 días en la estación espacial internacional, y dos hijas: Aitné y Elara. Pero...

... lamentablemente no hubo primer beso con aquella niña de ojos azules como Urano; ni llegó a suspender algún examen; tampoco saboreó ninguna calada de un cigarro; no inició la carrera de física, ni obtuvo una nota media de sobresaliente alto; nunca pudo ir a Estados Unidos con una beca; ni acumuló viajes a la Luna o a la estación espacial internacional; y jamás puso nombres de Lunas de Júpiter a ninguna hija.

Y no pudo hacer nada de eso porque, un Lunes de Abril de 1997, por la mañana temprano, un muchacho de veintipocos había alargado bastante su fin de semana, y conducía su coche lo suficientemente borracho como para que su cerebro no viera al niño cruzar por el paso de peatones, con el uniforme verde del cole, su mochila “Space”, que tenía una pegatina en la que se leía “Galaxy”, y con un cohete de juguete, amarillo, en la mano, haciendo que volara a través del cinturón de asteroides de más allá de Marte, imitando el rugido de los propulsores: “¡Fiuuuuu!,¡Fiuuuuu!”. En aquel preciso instante, el destino se disfrazó de ironía, pues el cohete de plástico voló sobre el “Ford” negro, cuyos neumáticos protestaban por la terrible deceleración en tan corto espacio de tiempo, mientras los bajos del coche descarnaban los sueños de un niño que quiso ser “astonauta”.

Path

jueves, 19 de marzo de 2009

Cuando sea padre

Como os dije antes, el día venía cargado. Hoy se estrena en El Camino Perdido un nuevo colaborador: Bufón Errante, que ha hecho caso a nuestra petición de colaboración, y se ha animado a escribir. Nos trae un texto cargado de autocrítica, autocrítica que deberíamos realizar todos; y nos avisa: aún estamos a tiempo... ¡Que lo disfrutéis!

Cuando sea padre lo daré todo por mi hijo. Le enseñaré a disfrutar jugando, y más aún a disfrutar aprendiendo. Le explicaré quién es su padre, por qué es como es y por qué hace lo que hace. No permitiré que tenga miedo al fracaso, porque es ese miedo lo que nos impide lanzarnos. Le enseñaré a levantarse después de caer, y que se aprende más de una derrota que de una victoria. Haré que confíe en sí mismo, porque es la manera de que los demás confíen en ti. No tendrá miedo de ser diferente, porque lo que nos hace diferentes nos hace personas. Tendrá que poner el corazón en todo lo que haga,porque la inteligencia y la habilidad son grandes virtudes, pero si no se cultivan se estancan y se vuelven secundarias. Pero sobre todo quiero que aprenda a pensar y que disfrute pensando, porque el pensamiento crítico y las ideas propias son lo que nos diferencian de las ovejas.Quiero ser como mi hijo.

Bufón Errante

Promesas

Hoy el día viene cargado. Empezamos con un texto que nos trae Zhr. Un texto lleno de sentimiento, a pesar de su crudeza.

Nunca me gustaron las promesas. No quiero ilusiones perdidas, objetivos imposibles, sueños desgarrados.

Vosotros siempre prometéis, nunca cumplís.

Una muñeca habladora por navidad, un scalextrix por tu cumpleaños, una botella de Ron para el Sábado, un cigarrito para después, la crisis se terminará, el país saldrá adelante, el hambre en el mundo no tendrá lugar, Guantánamo tiene los días contados, en el Sáhara este mes tienen agua, los niños de África van al colegio, la industria no explotará en 2009 al tercer mundo, los derechos humanos serán aplicados, las muertes palestinas no son tantas, las mujeres africanas saben escribir. Las armas españolas no matan.


Y yo, no te prometo que te quiero. ¿Es que nuestro amor es como todas esas promesas…? No quiero quererte así.

Zhr

miércoles, 18 de marzo de 2009

Capítulo 1. La Terraza

Seguimos con la publicación de textos. Hoy, Path nos trae el primer capítulo de una historia, que esperamos os guste. Nos ha contado en líneas generales la trama, pero nos avisa que no está cerrada, así que, si, según avanca la historia, queréis aportar ideas, hacer un capítulo, lo que sea, ya sabéis, mandad a elcaminoperdido@hotmail.com vuestras sugerencias.


Aquella mañana, como de costumbre, el inspector Salgado se había despertado temprano, se había duchado con agua fría, como hacía siempre desde…desde aquello. Había desayunado las tostadas con sabor a suela de zapatilla de casa, que preparaba Margarita, la asistenta de cincuenta y ¿cuántos?. Salgado no estaba seguro, podrían ser perfectamente sesenta y tantos, a juzgar por las arrugas de la cara, del cuello, y el pellejo colgante de los antebrazos. Un par de tostadas, sin mantequilla ni mermelada –“así es como las comen los maricones”, había dicho una vez Salgado a uno de los novatos de su comisaría en una ocasión, mientras desayunaban en una cafetería del centro, después de un noche de mucho ajetreo-, y un café solo, sin azúcar – “como lo toman los hombres”, le continuó diciendo al mismo novato, quien sólo deseaba que aquel día de cuarenta y ocho horas terminara pronto-, era el frugal desayuno que llevaba tomando día tras día después de… de aquello. Desayunó en la terraza que daba a la calle, donde por las noches, si Salgado tenía suerte, podía ver a alguna prostituta – “las putas de toda la vida”, solía comentar en cualquier conversación-, enseñando los pechos a algún cliente indeciso.

Era una mañana perfecta, en cuanto a la climatología se trataba. Estábamos a mediados de Marzo, y esa semana, los días estaban siendo calurosos, pero por las mañanas, la temperatura era estupenda. Los rayos de Sol calentaban la piel, mientras el escaso aire que flotaba entre los edificios, te la enfriaba de nuevo.

A Salgado le gustaba desayunar en la terraza, comer, cenar, dormir y pasar un rato, caro, según él, con alguna de las chicas de la calle de abajo. Era una terraza no muy grande, acristalada, con persianas que sólo bajaba cuando hacía mucho calor en verano, y se había convertido en su santuario desde… desde aquello. Margarita no limpiaba la terraza, ni siquiera servía la pequeña mesa de hierro, pintada de blanco, que necesitaba urgentemente un par de arreglos, o el día menos pensado Salgado acabaría empapado y quemado por la sopa de ajo que solía cenar cada dos días.

El teléfono sonó cinco veces antes de que Margarita respondiera. Era una mujer eficiente, pero lenta al desplazarse. Salgado pensó si no sería hora de jubilarla.

- Sí, dígame – se escuchó decir a Margarita al levantar el “Siemens” de su base y descolgar-. Ahora mismo se le paso señor…- dijo tras unos instantes-. De acuerdo.

Salgado se puso en pie y entró en el salón, cogió el teléfono inalámbrico de las manos de Margarita, sin rozarla. La tenía en gran estima, pero sentía una cierta repugnancia cuado la miraba, sobretodo después de que soñara con ella en una especie de pesadilla sexual que le hizo despertarse empapado en sudor en pleno invierno.

- Es el señor Hernández – comentó Margarita mientras soltaba el teléfono, con ese acento extremeño que a Salgado tanta gracia hacía, principalmente cuando pronunciaba las “erres” finales casi como “eles”. “Como si fueran medio chinos”, dijo Salgado en una sesión rutinaria de reconocimiento, riéndose a carcajadas -.

Salgado se puso el aparato en la oreja, mientras volvía hacia la terraza y se sentaba en la silla de plástico, pensando que cuando Hernández llamaba a casa era por dos razones. La primera, para ir a jugar al golf al club de campo donde eran socios, y la segunda, porque había trabajo, del bueno.

- Dime Hernández – Salgado se reservaba el nombre de pila, por si la llamada no era para ir a jugar al golf ese sábado-, te escucho.

Al otro lado de la línea, la voz no habló de golf, ni de clubs de campo, ni de sábados, sino de todo lo contrario. La voz, parecía afectada por el caso que estaba comunicando a Salgado. Durante la noche que acababa de terminar hacía escasamente dos horas, una mujer había muerto de una forma tan atroz, que ni el veterano inspector Hernández era capaz de describir, al menos por teléfono.

- Quiero que vengas - dijo Hernández-. Quiero que lo veas con tus propios ojos.

- Claro, faltaba más – indicó Salgado, tratando de imaginar qué escena tan terrible podría causar ese impacto en Hernández -. Dame la dirección.

Salgado anotó en una servilleta de papel la dirección, pensando que el nombre de la calle le sonaba de algo, pero no estaba seguro de qué.

- Dame media hora – dijo Salgado, y colgó.

Ya se imaginaba el panorama: un cuerpo descarnado, mutilado o peor, violado salvajemente; expresiones del tipo “¡qué espanto!”; buitres disfrazados de periodistas planeando hasta caer sobre la presa; y por supuesto, arcadas a la hora de la comida. Las arcadas no habían surgido durante su carrera como inspector hasta que sucedió… sucedió aquello, ni siquiera cuando él era el novato.

- Ya tiene el traje preparado señor – dijo Margarita haciendo que Salgado volviera al presente. “Sí señolita” – pensó el inspector –“Cómo se puede desvirtuar así un idioma, por el amor de Dios”-. ¿Vendrá a comer?

- No Margarita, no vendré a comer hoy. Hágame algo ligero para la cena. Gracias

La asistenta se retiró, agachando ligeramente la cabeza. Salgado se levantó y se dirigió a su habitación. Allí, Margarita sí limpiaba (menos mal), y todo estaba pulcramente limpio y recogido. El inspector sentía, en ocasiones, un súbito ataque de furia desordenadora, y quería tirar todo por el suelo, sacar la ropa de los cajones, colgar los calzoncillos de la lámpara…, pero nunca lo hacía. Se limitó a vestirse. Y mientras se hacía el nudo a la corbata que le regaló Margarita por su último cumpleaños, deseó que ese día, no fuera demasiado largo.

Continuará


Path

lunes, 16 de marzo de 2009

El Sendero Oscuro

En esta segunda publicación, Path, nos trae un texto que pretende hacernos reflexionar sobre las decisiones que tomamos en la vida.

Al volver la vista atrás y recordar todo lo vivido, todo lo sentido y lo sufrido; cuando vuelvo a notar cómo se erizan las sensaciones en mi alma; en ese momento en que una lágrima cargada de experiencias brota de las profundidades de mi memoria; cuando toco la fibra sensible de mi pasado; en ese preciso instante, las emociones doblegan mi espíritu.

Al volver la vista atrás e intentar encontrar la respuesta; cuando retomo el hilo de la cordura; al querer justificar mis lamentos; cuando ruego a ese rincón del cerebro que no me falle; en ese preciso segundo, mi castillo del aire se derrumba.

Al retomar mi vida donde decidí el camino a seguir; allí donde elegí entre el sendero oscuro lleno de espinas, o el claro lleno de ausencia; en aquel lapso de tiempo en el que debí tener más valor; cuando hube de cubrir la piel para evitar los arañazos; en ese concreto intervalo de duda, las piernas flojean.

Y ahora, esta piel que debiera estar arañada, está ajada por el paso del tiempo; por la erosión de tantas penas y tragedias; por el deterioro de una felicidad que nunca estuvo en plena forma.

Mientras exploro mis brazos (a mis piernas ya no alcanzo), y encuentro una nueva mancha, pienso en todas estas cosas, que a pesar de todo, son las únicas que distingo entre realidad y divagación.

El frío tacto del metal de esta silla, que hace las funciones de mis ya oxidados huesos, transmite, a través de unos deshilachados nervios, una leve brisa de vida a la azotea de un cuerpo cansado, que quiere, necesita, un reposo, eterno.

Con el roce de la pastilla en el paladar, y el tránsito a través de la garganta, tomo conciencia mi muerte, aunque llevo pensando mucho tiempo en ella. Ahora la siento llegar, por el pasillo la oigo caminar, toc, toc, toc…, sé con qué llama a la puerta, ¡adelante!, me escucho decir, aunque soy incapaz de pronunciar nada. Ya se encuentra detrás, y en mi lecho de muerte me lamento por no haber sido feliz, por no arriesgar y luchar por mis sueños, ¿por qué no atravesé el sendero oscuro?, no sé responderme a mi mismo. Sólo sé que si tuviera otra oportunidad, si volviera a nacer, todo sería diferente… ¿o no?

Path

domingo, 15 de marzo de 2009

Gracias

Comenzamos la publicación de textos, y para ello, hemos elegido "Gracias", escrito por Zhr, uno de los miembros de nuestro equipo, ya que dar las gracias, siempre es una buena forma de comenzar. ¡Esperamos que lo disfrutéis!

Al final de todo, cuando ya no queda nada por ganar y dar todo por perdido, pierdes la noción de lo que es bueno o malo; de las cosas que hiciste y no querías en el pasado; de los pensamientos en tu conciencia que no te dejaron dormir durante noches enteras; de caricias acumuladas por fuerza en tu cuerpo; de besos regalados sin pasión; de olores añorados en momentos tristes; de sonrisas de papel; de angustias recogedoras de sentimientos oscuros; de un pasado tan grande como el mar; de palabras sin decir; de recuerdos que no te dejan vivir; de todas las ganas con las que te quedaste de… de él.

Si olvidamos el pasado no lo alejamos de la memoria, no hacemos que desaparezca. Intentar olvidar el pasado hace que no podamos creer en un futuro, que no podamos crear un presente, ¿vivir de recuerdos? No, gracias.

Y así, poco a poco, se van formando, creando, haciendo, fortaleciendo, deshaciendo las historias de la gente; las historias entre las personas; las relaciones entre sentimientos y emociones.

No hace falta que te diga que nuestra historia será la más bonita de todas, que todo serán momentos agradables y que siempre estaremos juntos porque ciertamente, no es así. Lo que sí puedo afirmar es que, de todas las historias que he podido vivir a lo largo de mi vida, ésta, la nuestra, la tuya y la mía, es la más intensa de todas; la más nítida; la mejor puesta en escena a la hora de hablar de sentimientos; el mejor tiro con arco a un corazón oculto; el camino menos pedregoso; el mayor coraje de sentir; la furia amorosa.

Creo que contigo todo es más fácil (o más difícil, según con el ojo/corazón que se mire/sienta). Parece que darte la mano significa que el cielo está más claro, que las nubes hoy no me dirán que no las mire, que la marea vive en paz, que el día a día será hermoso. Quiero creer que contigo los sueños no se hunden, que hoy me levanto con una sonrisa por verte amanecer a mi lado y que mañana me acostaré soñando que me abrazas, me miras a los ojos y me rozas la nariz.


Empaparse de tus miradas naturales, roces escondidos, sonrisas entrañables, besos impulsivos, caricias únicas, caminos por hacer, sueños por cumplir, deseos por realizar; un mundo que descubrir y hacerlo sin querer…

Después de mí, el diluvio.
Después de ti, el sosiego.

Gracias.


Zhr

INTRODUCCIÓN

Muy buenas a tod@s,

Bienvenidos a El Camino Perdido, un blog que persigue un único objetivo, compartir con vosotros nuestras inquietudes, sueños y sentimientos a través de la literatura. No somos expertos literarios, ni nos dedicamos profesionalmente a ello, pero lo que escribimos lo hacemos desde el corazón. Nuestra intención es disfrutar con lo que escribimos, y que vosotros disfrutéis con ello; pero además, queremos que participéis, no sólo leyendo, sino criticando lo que no os guste o lo que creéis esté mal o se pueda mejorar, en cuanto a ideas, estructura, etc… Por otro lado, pretendemos que no sea un blog cerrado y que nos enviéis vuestras historias, cuentos, ensayos o poesías a la siguiente dirección: elcaminoperdido@hotmail.com, para que las colguemos.

No podemos determinar una frecuencia de actualización del blog, diaria, semanal…, pero intentaremos que sea alta.

Saludos